Mira hacia arriba la próxima vez que pasees por tu ciudad. Es probable que puedas ver colgados ahí arriba a personal de mantenimiento de edificios. Gente con un trabajo sumamente arriesgado en apariencia y que, sin embargo, no lo es tanto gracias a las fuertes medidas de seguridad. Existe una ley, la 31/95 de Prevención de riesgos laborales, que dispone en su artículo 19 que todo trabajador que deba realizar su trabajo a una altura superior a dos metros debe disponer de sistemas de seguridad y equipos de protección individual adecuados para la labor que vaya a desarrollar.
En primer lugar, el primero estudio recae en el propio trabajador: se les lleva a cabo todo tipo de controles relacionados con la prevención de riesgos en trabajos de altura. Estos controles abarcan tanto pruebas físicas o bioquímicas (electrocardiogramas, TAC, revisión de la vista y el oído) para evitar posibles vértigos.
Cuando el trabajador se sube a la góndola con la que va a subir a los cielos se le equipa con un equipo de protección individual (EPI), que va a ser la que les acompañe durante todo el trabajo. Entre sus componentes se suelen encontrar cinturones para sujeción y retención y componentes de amarre de sujeción; dispositivos anticaídas deslizantes con línea de anclaje rígida o flexible, arneses anticaídas y absorbedores de energía. Además, cuentan con calzado de seguridad, guantes de seguridad, cascos ajustables y poleas con sistemas autobloqueantes. Si hay algún fallo y el trabajador cae, la caída libre no ha de superar en ningún caso el medio metro. En todo caso, cuando el trabajador se desplace de un punto a otro siempre ha de estar sujeto por al meno un punto.
La góndola (a la cual ha de accederse desde un emplazamiento estable, generalmente la azotea o cubierta), cuenta con teléfono propio –que comunica a sus dos ocupantes con el interior de la torre– y un cuadro de mandos que suele permitir realizar hasta 15 maniobras, desde el giro de la barquilla hasta la elevación de la grúa a la que está enganchada. Los cables que sujetan el habitáculo no suelen superar los siete milímetros de grosor. Puede parecer poco, pero se componen de cuatro capas y un sistema de pines los hacen casi infalibles. La barandilla ha de tener, al menos, 90 centímetros de altura.
Todo, para reducir la accidentalidad: los percances en trabajos de altura se han reducido un 5% y se sitúa alrededor del 18% del total, según los datos del sector.